Francisco Díaz, un gran médico español del Renacimiento quiere rendir homenaje a uno de los grandes de la medicina complutense del siglo XVI. Y nada mejor que comenzar con este verso que le dedicó Miguel de Cervantes en La Galatea (1585):
De ti, el doctor Francisco Díaz, puedo
asegurar a estos mis pastores
que con seguro corazón y ledo,
pueden aventajarse en tus loores.
Y si en ellos yo agora corta quedo,
debiéndose a tu ingenio los mayores,
es porque el tiempo es breve y no me atrevo
a poderte pagar lo que te debo.
Francisco Díaz nació en Alcalá de Henares en 1527 y estudió en la Universidad de su ciudad. Primero llegó al grado de bachiller en Artes y, en 1551, al de medicina. Pero su vocación médica le motivó a seguir en sus estudios hasta graduarse, primero como licenciado, en noviembre de 1555, y un mes después como doctor en la misma materia. Todo hacía presagiar una brillante carrera para este gran estudiante de la Universidad de Alcalá de Henares.
Una vocación médica que le llevó también a la docencia, como queda demostrado en los libros de la facultad de medicina de Alcalá de Henares, donde figura entre los Doctores, Maestros y Regentes (entre 1556 y 1558).
Perteneció a uno de los grupos de médicos más avanzados del renacimiento europeo, compartiendo la amistad y las aulas complutenses con médicos como Francisco Vallés, Fernando de Mena y Cristóbal de Vega.
Hombre de una gran cultura, como demuestra su biblioteca y su afición por la poesía. Llegó a contar con 146 obras de medicina en castellano, latín y griego. Pero también escribió poesía, razón por la que Miguel de Cervantes le incluye como poeta en el Canto de Calíope de La Galatea.
En 1559 consiguió la plaza de cirujano de la ciudad de Burgos, donde ganó fama y cariño tanto por parte del concejo de la ciudad como de sus habitantes. Fue uno de los médicos más activos en la lucha contra la epidemia de peste que asoló la ciudad entre 1564 y 1565, aunque tuvo que pagar un alto precio por su afán de ayudar a los demás: en la epidemia murieron su mujer, María de la Flor de Medrano, y la más pequeña de los seis hijos que tuvo el matrimonio. Con 37 años y sus cinco hijos regresó en 1565 a su ciudad natal.
En Alcalá de Henares comenzó una nueva etapa en su vida: se casó en 1566 con Mariana de Vergara, en 1588 consiguió formar parte de la Cámara Real y en 1570 se le otorgó el cargo de Cirujano de su Majestad, ocupando dicho cargo durante más de 20 años.
Murió en Madrid en 1590 y fue enterrado en el monasterio de la Santísima Trinidad de la calle de Atocha, desaparecido en el siglo XIX.
De sus estudios médicos destacan dos obras:
- «COMPENDIO DE CHIRURGIA: EN EL QUAL SE TRATA DE TODAS LAS COSAS TOCANTES A LA THEORICA Y PRATICA DELLA, Y DE LA ANOTOMIA DEL CUERPO HUMANO, CON OTRO BREUE TRATADO DE LAS QUATRO ENFERMEDADES». MADRID: PEDRO COSIN; 1575.
- «TRATADO NUEVAMENTE IMPRESSO DE TODAS LAS ENFERMEDADES DE LOS RIÑONES, VEXIGA, Y LAS CAROSIDADES DE LA VERGA Y URINA». MADRID: FRANCISCO SÁNCHEZ; 1588.
Este último se considera el primer manual de urología de la historia. Tres libros (405 páginas) en los que desarrolló teorías muy modernas sobre diferentes aspectos como la uretrotomía interna, descrita por él por primera vez.
Su labor teórica y técnica le llevó a inventar aparatos como el instrumento cisorio, un primitivo uretrótomo, o el speculum pudendi.
Se le considera el padre de la urología europea. En su honor se entrega desde 1972 la medalla Francisco Díaz, que premia la labor médica, de investigación y docente de urólogos españoles e iberoamericanos. Además, el instrumento cisorio es el emblema de la Oficina de Historia de la Asociación Española de Urología.
Como homenaje a este gran médico, el Centro Integral de Diagnóstico y Tratamiento de Alcalá de Henares lleva el nombre de Francisco Díaz.