La vinculación con Alcalá de Henares de Francisco Pascual Sánchez fue muy intensa. Se podría decir que cambió por completo su vida, que pasó de ser la existencia de una persona sin objetivos, futuro o sueños a la de un hombre dedicado en cuerpo y alma al ideal de cuidar a los demás. Se dice que sus padres, hartos de su rudeza y de su condición, le expulsaron de casa. Lo cierto es que la paciencia tuvo que llegar al límite cuando Francisco fue acusado de matar a un vecino de su localidad de nacimiento.
Francisco era pastor, había nacido en Villapalacios (Albacete) en 1547, y, tras ser expulsado de su casa, vagabundeó y mendigó hasta que llegó a Alcalá de Henares. Puede que la muerte de aquella persona fuera accidental o involuntaria, lo que si parece es que este hecho le llevó a buscar refugio y arrepentimiento en la iglesia.
En Alcalá de Henares primero fue acogido en la iglesia Magistral, donde fue ayudante de sacristán, encargado de preparar los ornamentos o de voltear las campanas de la gran torre del templo. No duró mucho su oficio en la Magistral y, después de ser despedido, quiso dedicarse a los pobres y a los que sufren. Así llegó al Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia o de Antezana, donde vivió 30 años.
Trabajaba limpiando las salas de los enfermos, a quienes también cuidaba. Se dice que salía a pedir limosna para luego entregar lo que conseguía a los enfermos del hospital. En fin, una vida dedicada a servir al prójimo, que le acabó llevando al camino de la religión, ingresando como hermano lego en el colegio convento de San Cirilo de carmelitas descalzos, que había fundado San Juan de la Cruz.
Una de sus principales tareas fue, ya desde su vinculación con el Hospital de Antezana, la de hacer todo lo posible para cambiar de vida de las mujeres dedicadas a la prostitución. De esta manera creó en la calle del Gallo una Casa de Arrepentidas, establecimiento que se acabó conociendo en Alcalá de Henares como de la Magdalena y que fue el germen del convento de agustinas que aún existe en nuestros días.
En 1588, ingresó como hermano lego en el convento de carmelitas descalzos de San Hermenegildo de Madrid. Su entrada en el convento fue un acontecimiento en la Corte debido a la fama de hombre bueno que había alcanzado Francisco.
Su fama transcendió más allá de Alcalá de Henares, hasta el punto de ser llamado por el entonces arzobispo de Valencia, Juan de Ribera, para enseñar el catecismo cristiano por los pueblos de su diócesis.
Pero esa fama creó desconfianza en sus superiores y, estando en Madrid en 1603, fue alejado de la Corte, primero a Pastrana y después a Bolarque. Tras un corto exilio, acabó regresando a Madrid puede que gracias a la simpatía y al cariño que despertaba en la gente.
Murió en el convento de San Hermenegildo de Madrid el 20 de diciembre de 1604. Juan de Ribera comenzó su proceso de beatificación en 1605. En 1769 fue declarado venerable.
Francisco del Niño Jesús en el Hospital de Antezana, Alcalá de Henares